La torre de los tesoros
Las piezas presentes en La Torre de los Tesoros no corresponden a una serie –ni fotográfica, ni de objetos- que las vuelva idénticas, sino a un juego de combinación realizado por la artista para crear un tesoro único en cada pieza, hablándonos así del tiempo en relación a los espacios fotografiados y de su cambio al colocarlos dentro de una caja. Esta combinación de objetos provoca en el espectador el deseo por atesorar estas cajas, por abrirlas para conocer sus tesoros o, incluso, el anhelo de mantenerlas cerradas.
Estas fotografías instantáneas (que debido a su naturaleza se desvanecerán) ocupan huecos (donde antes hubo algo al interior) de cajas misteriosas (aunque algunas indiquen su origen).
Estas múltiples capas simbólicas nos permiten ver cómo justo la imagen se estructura sobre una ausencia y sobre una huella. Cada caja contiene múltiples historias que se entrecruzan en una lectura inédita en la mirada de cada espectador.
Así como las piezas guardan un registro fotográfico del recuerdo, también son contenedoras del detalle omitido. Este conjunto las vuelve irreconocibles para quien sospeche conocer su origen. El olvido habita constante en los lugares, los paisajes, la sensación climática o la aparición de personas sin rostro tanto en las fotografías como en las cajas. Sin embargo, aquí el olvido no funciona como un borrador, sino como una fuente que brinda más posibilidades de conexión simbólica al espectador.
Sin duda, Paola Dávila ha creado tesoros -objetos y recuerdos sensibles, combinándolos- en un tratado sobre la belleza del derecho propio al coleccionismo.
Óscar David López